Gabriela: la terapeuta que convirtió su propio camino de búsqueda en una misión para empoderar almas

Gabriela no llegó a las terapias holísticas por curiosidad ni por moda. Llegó como paciente. Ese fue el punto de inflexión que, según cuenta, le reveló algo que transformó su vida: “entendí que todo era de adentro para afuera, que había que empezar por las emociones y el alma para poder encontrarse”. Ese descubrimiento íntimo, casi abrupto, dio inicio a una búsqueda que terminaría convirtiéndose en su vocación.

Hoy es terapeuta psicoemocional y biodecodificadora. Trabaja con barras de Access, constelaciones individuales, péndulo, varillas de radiestesia, regresiones a vidas pasadas y un abanico de técnicas que integran cuerpo, emoción, energía y espiritualidad. Pero su enfoque no es acumulativo: es integral. Gabriela escucha, detecta y decide qué herramienta necesita cada persona según su historia emocional. “Todo parte de las emociones. Mi trabajo es unir esa información y encontrar por dónde empezar”, explica.

Los inicios: Reiki en fast forward

Su primer formación fue Reiki, un camino que recorrió a una velocidad poco habitual: completó los cuatro grados en un mes y se recibió de maestra reikista. En paralelo comenzó a estudiar biodecodificación. Para ella, ambas disciplinas se complementan con naturalidad. “El Reiki es la energía universal del amor; la biodecodificación muestra que la emoción es responsable de cualquier enfermedad”.

La intensidad con la que empezó a formarse se replicó en su vida diaria. Reconoce que encontrar equilibrio no fue fácil: “soy muy apasionada, curiosa, siempre estoy aprendiendo cosas nuevas”. Hoy, sin embargo, logró un ritmo propio: cada dos meses se toma unos días para desconectarse y reencontrarse consigo misma. Entre meditaciones, pintura, lecturas y limpiezas energéticas que también se realiza a sí misma, dice haber alcanzado “casi un buen equilibrio”.

Un consultorio vivo: energías, sahumerios y escucha pura

Sus jornadas comienzan temprano. Limpia su espacio, acomoda, prende un sahumerio o palo santo según lo que perciba. Atiende muchos pacientes por día y entre una sesión y otra se da media hora para “limpiar energías” y volver a cero. Algunos días termina a las 20:00 y se va al gimnasio; otros, a las 21:00, solo queda energía para una ducha y un plato simple.

El sello de su trabajo es la escucha profunda. “Cuando llega una persona, lo primero es conectar. Dejo que hable. Necesita sentirse segura, entendida”. La primera entrevista determina el camino: qué siente, qué duele, qué busca. Pocas sesiones son iguales: Gabriela cree en adaptar, sumar, combinar. “Siempre incorporo algo diferente para que la persona se vaya más aliviada, con más respuestas”.

Anécdotas que la marcaron

A lo largo de su carrera acumuló historias que considera regalos. Una mujer bajó 50 kilos tras trabajar emociones que no podía expresar. Otra, que no lograba salir de su casa, empezó terapia por Zoom y terminó viajando, estudiando y convirtiéndose en maestra de Reiki. También recibe mensajes de quienes vuelven a dormir después de meses gracias a barras o limpiezas energéticas.

Pero hay experiencias que la desafiaron profundamente. Las regresiones a vidas pasadas son, dice, las más impredecibles: “me tocó acompañar personas que la pasaron muy mal durante una regresión; tuve que mantener mucha templanza para sostener esa emocionalidad y entender por qué su alma llegó a esa vida”.

Entre el mito y el camino real de la sanación

Uno de los mayores malentendidos sobre el mundo holístico, afirma, es creer que quienes lo practican “no se enojan, no comen mal, no sufren” o que la sanación es suave y luminosa. Gabriela lo desmiente: “Encontrarse con uno mismo es de las cosas más dolorosas: hay que sacar los escombros que pusimos para tapar la luz”.

Su visión de la espiritualidad es amplia y no dogmática: “El espíritu es el motor del alma. Hay un Dios, con el nombre que cada uno quiera darle, que llena de luz este cuerpo que vino a transitar este plano”. También defiende atravesar emociones difíciles, pero sin quedarse atrapado en ellas.

Formarse siempre, actualizarse siempre

Su curiosidad la sostiene en movimiento. Habla con colegas, revisa lo aprendido con antiguos profesores, toma cursos, incluido uno que, dice, ya tiene pendiente, y se mantiene abierta a la intuición. “Mis pacientes también me actualizan. Lo que el universo me pone enfrente hace que mis dones se desarrollen”.

Un fenómeno en expansión

Gabriela percibe que el interés por la terapia holística está en pleno crecimiento. “En los últimos cinco o seis años esto explotó. La gente está entendiendo que todo es de adentro para afuera”. Para ella, la expansión es inevitable porque responde a un cambio profundo de época.

Su mensaje para quienes buscan sanar o ser terapeutas

Para quien quiere dedicarse a esto, recomienda formarse, elegir un camino y no copiar a nadie. Para quien busca sanar, sugiere empezar por Un Curso de Milagros, especialmente la versión resumida por Enric Corbera, a quien considera de una sabiduría notable.

Y para quienes dudan o critican el enfoque holístico, simplemente no dedica energía: “cada uno tiene su hora; quien no comprende es porque su ego es más grande que su alma”.

La misión: empoderar almas, literalmente

Gabriela sueña en grande. Su meta es masiva: “quiero que mi voz llegue a muchas almas; que la misión de ayudar a encontrar la luz se expanda”. Su proyecto se llama, justamente, Empoderando Almas, y no es casual: resume lo que ella siente que vino a hacer.

En redes @empoderando__almas comparte ejercicios, tips, psicomagia y reflexiones sobre algo que considera fundamental: la conversación interna. “Según cómo me hablo, así me manifiesto. La vida se crea desde el amor, y sin amor nada existe”.

Su presencia digital crece, pero más allá de los seguidores hay una convicción inquebrantable: que cada alma puede encenderse si aprende a mirarse con amor.